Saturday, August 20, 2005

¿Chorrea o no chorrea? revisando los datos

¿QUÉ ESTA PASANDO CON LA POBREZA Y LA DISTRIBUCIÓN?
(Una discusión a partir del trabajo de Yamada y Casas)

1. Los datos

Los datos obtenidos a partir de las ENAHO para el periodo 2001-2004 indican que: 1) el porcentaje de pobres no disminuyen (de 54,8% a 55,4%, diferencia estadísticamente no significativa); 2) el porcentaje de pobres extremos sí disminuye (de 24,4% a 20,2%); 3) otros indicadores de pobreza, señalados como superiores por la literatura, como la brecha (FGT1) y la severidad (FGT2) caen más rápidamente (en 30% y 38% respectivamente); 4) esto se debería a que los deciles más pobres efectivamente sí han visto aumentar sus ingresos y consumo (el decil más pobre aumenta su consumo en 28,5%); 5) el efecto de mejora de ingresos de los pobres y reducción de la pobreza es positivo en el ámbito rural (consumo promedio aumenta 15,4%) pero negativo en las zonas urbanas (-6%).

Si consideramos que el crecimiento del PBI per cápita entre 2001 y 2004 ha sido de 8,7%, estos datos pueden mostrar historias totalmente diferentes, según que indicador se tome:
- Según el porcentaje de pobres, hay 3 años de crecimiento sin ningún efecto.
- Según el porcentaje de pobres extremos, se han reducido en 17,3%, lo que indicaría una elasticidad pobreza-crecimiento de 2, bastante buena, algo superior al promedio mundial .
- Según el FGT2, que es un indicador superior según la literatura, una reducción de 38% indica una elasticidad pobreza-crecimiento de más de 4, muy alta a nivel internacional.

2. Una rareza: consumo per cápita

Estos datos tienen dos rarezas. La primera es que entre el 2001 y 2004, mientras el consumo privado per cápita de las cuentas nacionales (BCR-INEI) aumenta 5,7% real, el de las ENAHO cae en 2,5% . ¡Una diferencia de 8 puntos porcentuales!. Algo parecido pasa con el ingreso disponible per capita, que según las cuentas nacionales aumenta 8,7% y según la ENAHO apenas lo hace en 0,1%. Extrañamente, esta diferencia no es inédita: una comparación similar para el periodo 1997-2001 indica que mientras el consumo privado per capita de las cuentas nacionales cayó 3,3%, el de la ENAHO lo hizo en 14,6% (aunque en este periodo diferencias metodológicas complican la comparación entre ENAHOs).

¿Cómo explicar este comportamiento? Algunas hipótesis serían:
- El 1% de mayores ingresos que no contesta la ENAHO ha visto aumentar sus ingresos y su consumo. Esta hipótesis permitiría explicar tanto las diferencias en el ingreso como en el consumo.
- La ENAHO no incluye el consumo de bienes durables ni, en forma adecuada, la compra de inmuebles. Si en los últimos años ha habido un mayor gasto en estos rubros, esto explicaría la diferencia. A favor de esta hipótesis: i) el aumento en los créditos de MiVivienda de 1,000 millones de soles en junio 2001 a 4 mil millones de soles en junio 2004; ii) aumento en las ventas de cemento en 13,5%. Esto podría explicar que el ingreso aumentó más que el consumo: la diferencia se estaría dedicando a pagar estos créditos. Un elemento en contra de esta hipótesis es que la diferencia entre las cuentas nacionales y la ENAHO fue incluso mayor entre 1997 y 2001, cuando no estuvo presente este auge de Mi Vivienda ni de las ventas de cemento (pero cuando hubo diferencias entre las encuestas).

3. Una desconfianza: los más pobres

Un problema posible al comparar las ENAHO en el tiempo es que la muestra se basa en el mismo universo, es decir, en la misma base de urbanizaciones y pueblos (en este caso, el pre-censo de 1999). Pero lo que sucede a lo largo del tiempo es que se van formando más pueblos jóvenes y asentamientos humanos, y nuevos barrios, Típicamente, esos nuevos barrios están conformados por hogares más jóvenes que son, por lo general, más pobres (basta ver las casitas de estera y sin servicios básicos para constatarlo). En la medida que las ENAHO no capturan ese sector, su comparación temporal es sesgada.

De hecho, esto es lo que parece haber pasado durante los 90s. Para el año 2000, el dato de pobreza extrema era de las ENAHOs era de 15% (urbano: 4,4%); tras un ligero aumento en la crisis 1998-99 (nacional +1 p.p., urbano – 0,5 p.p) se volvió a reducir entre 1999 y 2000. En total, entre 1997 y 2000 la pobreza extrema se había reducido de 18,2% a 15%. Entonces se modificó la muestra gracias al pre-censo, y la pobreza extrema aumentó de 15% a 24% !

Un cálculo OBC (ojo de buen cubero) de este efecto es como sigue. Supongamos que los hogares duran en promedio 50 años (desde que las personas tienen 25 hasta los 75 años). Si la población fuese siempre la misma, eso quisiera decir que cada año se renuevan 2% de los hogares. Pero a ello hay que sumar el efecto del crecimiento demográfico, que es del 1,5% anual, y que llevará a al menos ese mismo aumento en el número de hogares (este es una estimación subvaluada, puesto que el número de miembros en cada hogar tiende a reducirse). Es decir, hay alrededor de 3 a 4% de hogares nuevos cada año, un 10% en 3 años. Si estos nuevos hogares tienen una tasa de pobreza extrema 20% mayor al promedio, el efecto sería una subestimación de la pobreza extrema del orden del 2%.

4. Rarezas en la evolución de la pobreza entre distintos grupos

La segunda rareza de los datos de las ENAHO presentados por Yamada y Casas es su variación entre algunas regiones y grupos:
1) Las zonas con mejor evolución en términos de indicadores de pobreza (todos ellos) son la sierra y la selva. Esto no concuerda con la hipótesis que se había venido manejando, en el sentido que el crecimiento agroexportador estaba mejorando la situación de empleo (hipótesis sostenida por el aumento del empleo en varias ciudades costeñas cercanas a zonas de producción agroexportadora, como Ica y Trujillo), ya que casi toda la agroexportación es costeña. ¿Porqué la pobreza se reduce más en sierra y selva?
2) Los hogares que trabajan para el estado (sector “administración estatal”) han reducido su consumo per capita en 15%, lo que tampoco concuerda con los aumentos remunerativos a maestros, profesionales de salud y otros.
3) Los ingresos que han aumentado para los hogares no son los laborales (incluyendo dependientes e independientes), que han caído en 1,3% según la ENAHO (concordando con los datos de que los ingresos laborales por hora se han mantenido constantes en 3,8 soles por hora). El pago por autoconsumo ha caído en otro 1% del ingreso total, y éste rubro es particularmente relevante para los más pobres. Más bien los ingresos que han aumentado son los provenientes de las transferencias del gobierno por programas alimentarios, que se ha duplicado aumentando del 3% al 6% del ingreso total de los hogares . El porcentaje de hogares recibiendo ayuda alimentaria aumentó de 38% a 44%.
Pero ese aumento del consumo de los hogares por transferencias alimentarias no es consistente con el comportamiento del gasto del gobierno en este rubro: el presupuesto del vaso de leche ha aumentado en 8% nominal en 3 años, es decir, prácticamente nada en términos reales. Tampoco han aumentado el presupuesto en otros programas alimentarios: el total, según Tesliuc (2005) ha pasado de 0,48% del PBI a 0,40% del PBI entre 2001 y 2004.
Explicaciones posibles: a) la gente se equivoca más al responder, en particular al valorizar los alimentos, b) los municipios están destinando más recursos a programas alimentarios, de sus propios recursos de Foncomun y Canon.

Este tercer efecto, el de los programas alimentarios, sería el que estaría generando la reducción de la pobreza entre los más pobres. Aun cuando el acceso a programas alimentarios haya aumentado más entre los no pobres, el efecto para los pobres y sobretodo para los pobres extremos es mayor: En el decil 1, el ingreso per capita paso entre 2001 y 2004 de 40.3 a 53.3 soles ; si ellos recibieron el aumento promedio de ayuda alimentaria que pasó de 10 a 21.4, se observa que la ayuda alimentaria sería responsable por el 88% de su aumento de ingresos, alcanzando el 40% de éstos ¡!!. Esto sería consistente con el hecho de que la pobreza se esté reduciendo más en los deciles más pobres, en las zonas rurales y en la sierra y selva, que son precisamente las zonas más pobres.




Sunday, August 14, 2005

DESIGUALDAD Y CRECIMIENTO

Recientemente una revista local preguntaba a destacados políticos si preferían una sociedad más rica y más desigual, o menos rica pero más igualitaria. Pregunta interesante pero equivocada: decenas de investigaciones económicas en la última década han mostrado que los países con mayores niveles de equidad, son los que han crecido más. La idea de que hay que escoger entre estos dos objetivos, igualdad o crecimiento, es cosa del pasado.

El crecimiento de los países asiáticos en las últimas décadas ha sido una de las grandes comprobaciones en ese sentido. Tanto los llamados “tigres del Asia” como China han estado entre los países con mayor crecimiento económico, y se trata de países con niveles de desigualdad mucho menores a los del Perú y Latinoamérica, que en este lapso hemos crecido mucho menos.

Varias teorías han buscado explicar los efectos beneficiosos de la igualdad sobre el crecimiento. Un enfoque enfatiza que países con altos niveles de exclusión y pobreza, son también países inestables social y políticamente. La historia de los países andinos, que incluye la guerra interna desatada por Sendero Luminoso en el Perú y los levantamientos indígenas y populares en Ecuador y Bolivia, son un claro ejemplo. Estos conflictos alejan la inversión y retrasan el desarrollo. Una fuerte institucionalidad democrática es un antídoto para este problema, pero difícil de lograr en una sociedad marcada por la exclusión y discriminación.

Un segundo enfoque resalta que la pobreza impide desarrollarse económicamente a millones de personas que tienen imaginación y empeño. Porque para sacar adelante un negocio, no hacen falta solamente buenas ideas y trabajo responsable: también hacen falta recursos económicos para comprar las instalaciones y equipos necesarios. Pero los pobres no tienen el dinero para ello. Las microfinanzas son una promesa que está avanzando en resolver algunas de estas barreras al desarrollo de los emprendedores populares, pero todavía tiene un alcance limitado. Además, no puede resolver el hecho de que para los pobres, arriesgarse en un negocio pueden llevarles a perder las escasas tierras o medios para la subsistencia.

Finalmente, debido a la necesidad de supervivencia, las familias pobres tienen grandes dificultades para cuidar la salud y la educación que permitirían a sus hijos - cuando sean adultos - adaptarse a nuevas tecnologías y ser más productivos. Como resultado de ello, la pobreza se trasmite de generación en generación: padres pobres, hijos pobres. Evitarlo requiere que el estado invierta en educación y salud de calidad para toda la población, en especial en aquellos más vulnerables.

Una política pro-equidad bien pensada puede ser una gran palanca para el desarrollo nacional, reduciendo conflictos sociales, dando oportunidades económicas a las mayorías y cuidando a los niños que son el futuro. Esperemos que esta necesidad ocupe un lugar central en los debates políticos de los próximos meses.

PORQUE PERU NO ES NI BOLIVIA NI ECUADOR

Tres países andinos. Tres países con alta proporción de población indígena o, como dicen en Bolivia, “originaria”. Tres países con una economía dependiente de recursos naturales agotables, sean estos minerales o hidrocarburos. Tres países de herencia colonial y democracia intermitente durante el siglo pasado. Tres países en los que el neoliberalismo se aplicó con fuerza inusitada. Tres países con un alto desprestigio de sus instituciones políticas. Pero uno de estos tres países no atraviesa por la extrema inestabilidad de los otros dos: el Perú. ¿Porqué? ¿Porqué nosotros somos diferentes? Ensayamos tres explicaciones posibles.

La primera explicación es que no estamos todavía allí pero vamos en ese camino. Señales al respecto no faltan: la gran dispersión de las fuerzas políticas, los cada vez más airados y violentos reclamos populares y más recientemente, la posibilidad iniciada con el Cusco de gobiernos regionales centrifugantes. A pesar de ello, nadie duda que las próximas elecciones se llevarán a cabo y que sus resultados serán respetados. Tampoco tenemos fuerzas políticas importantes llamando a la guerra civil como Felipe Quispe o a la secesión como en Santa Cruz. Las elecciones son un desfogue obvio. Si vamos en el camino ecuatoriano-boliviano, al menos no estamos tan cerca.

La segunda explicación posible es la historia reciente y el factor Sendero. Sólo en el Perú hubo Sendero Luminoso seguido de una dictadura en los años noventa. Somos un país de democracia recientemente recuperada y con el trauma de la guerra interna aún a flor de piel para todos los que vivimos aquí en esos dolorosos años. Por eso, llamados a acciones violentas todavía generan en la enorme mayoría de la población una reacción de rechazo. Tal vez a esto pueda llamársele instinto de preservación, porque lo cierto es que hacia 1991-92, el país parecía al borde del caos o el dominio senderista (y no sé realmente que hubiera sido peor).

La segunda explicación no es, por cierto, incompatible con a primera. A lo mejor estamos “llegando tarde” por este trauma de la guerra civil de los 80s, pero a medida que pase el tiempo y este trauma se vaya borrando en la sociedad, las posibilidades de una inestabilidad “estilo andino” se acrecientan. En este entendimiento de los tiempos políticos, hay otra cuestión política que muestra un cambio grande entre los 90s y ahora: los consensos en torno a la política económica y social. Debe anotarse que las ideas externas han tenido siempre en la política en el Perú un peso enorme. Los 90s son el tiempo del neoliberalismo; hoy son los tiempos del cambio, de introducir en la ecuación del desarrollo, la gobernabilidad y lo social (aunque Toledo y la cúpula empresarial no parecen haberse dado por enterados). En esta interpretación, en el Perú no solo tenemos un tiempo adicional por los traumas del pasado, tiene también un contexto mejor para buscar un camino distinto.

La tercera explicación tiene que ver con la estructura geográfico-social: tanto en Bolivia como en Ecuador, hay dos grandes centros urbanos de similar tamaño demográfico. En ambos casos estos son dos grandes centros de poder, concentrándose en la ciudad andina el poder político (Quito y La Paz), y en la otra ciudad el poder económico (Guayaquil y Santa Cruz). Esto configura un profundo divorcio, de tal manera que alrededor de una sólo fractura, se concentran conflictos étnicos y político-económicos. En Perú no hay un segundo centro urbano que le haga competencia a Lima, que es el centro político y económico. Las rebeliones andinas, en el Perú, vienen siempre de los extremos de la periferia, donde el poder central es extremadamente débil pero también donde las posibilidades de llegar hasta el centro son muy difíciles (a Sendero le tomó una década de acción violenta). La secesión en el Perú es impensable: nadie tiene la fuerza como para separarse de Lima. De ser esto así, tal vez en nuestro país el riesgo mayor no es parecerse a Bolivia sino parecerse a Colombia, con una guerra interna durando décadas en los márgenes fuera del control estatal.

Podemos estar más o menos al borde del abismo o de iniciar un camino de regresión. Difícil de decir. En cualquier caso resulta obvio que pensar los problemas del país sin considerar las variables de lo social y lo político es una locura. Llamados al orden sin considerar la justicia social y la integración nacional, o visiones que creen que debe defenderse una política económica excluyente del “ruido en la política”, carecen de sentido. El equilibrio y el desarrollo económicos tienen que ser sostenibles social y políticamente.

IZQUIERDISTAS PRECAVIDOS, DERECHISTAS ARRIESGADOS

Hay un cierto sentido común que, en relación a las políticas macroeconómicas en el Perú, ve a la izquierda como arriesgada y la derecha como conservadora y evitando riesgos. Esto se relaciona con que la izquierda busca cambiar la situación social vigente, y todo cambio entraña riesgos.

A la derecha se le ve, mas bien, como la defensora de no correr riesgos. El conservadurismo es, por esencia, opuesto al cambio y al riesgo. A pesar de ello, sin embargo, la derecha se afilió al neoliberalismo y decretó la libre movilidad de dinero, atrayendo capitales especulativos que, cuando fugaron del país, nos llevaron a la recesión. Mientras se incubaban las causas que luego generarían la recesión, los papeles se invirtieron: desde la izquierda hablábamos de un modelo que “corría sobre canicas” mientras que la derecha defendía el modelo a rajatabla. Ya sabemos hoy como terminó esta historia. Hoy, nuevamente, en varios puntos el debate sobre política económica enfrenta a izquierdistas precavidos con derechistas arriesgados.

Un primer debate es el referido a las inversiones de las AFPs en el exterior. Los izquierdistas que dirigen el BCR consideran que no hay que ampliar de golpe y porrazo las inversiones en el exterior, porque se reducirían las reservas internacionales y aumentaría el riesgo de devaluación traumática e inflación en el caso de un shock externo. Los derechistas opinan que eso no importa: el riesgo les parece irrelevante, a pesar de que en 1998 ya tuvimos un problema de ese tipo que llevó a la economía a dos años de recesión. Para ellos, hay que permitir que las AFPs hagan más inversiones en el exterior aunque ello pueda aumentar la inestabilidad del tipo de cambio y hacernos más vulnerables ante shocks externos.

Otro debate es el referido a la dolarización. Para la izquierda, desde la década pasada la dolarización se ha considerado un riesgo y en los últimos años hay un esfuerzo desde el Banco Central por reducir la dolarización. Hasta hace pocos años la derecha defendía ardorosamente la dolarización; pero ya quedan pocos con este punto de vista, sin duda bajo la influencia del FMI que se cambió hacia el bando de los anti-dolarizadores. Aun así, cuando el banco central ha planteado medidas para reducir la dolarización, como la obligación de poner precios en soles o la reducción de la remuneración al encaje en moneda extranjera, algunos de estos sectores salen a protestar.

El tercer debate se refiere al riesgo de un conflicto social agudo. Desde la izquierda, este riesgo es importante y conjurarlo demanda que el estado tome medidas redistributivas fuertes, haciendo que la riqueza generada llegue hasta los más pobres. La derecha tiende a minimizar este riesgo, o a lo más a pensar que se puede controlar solo con policía y gestos políticos, no con políticas sociales efectivas. Prefieren tomar riesgos que repartir un poco de la riqueza.

Buena parte del cambio en la ubicación de la izquierda y la derecha frente al riesgo se debe a las distintas apreciaciones de las fuentes de riesgo. Una fuente de riesgo es una política que aumente irresponsablemente el déficit fiscal, nos endeude excesivamente y provoque una crisis. Ese riesgo, que antes podía identificarse con la izquierda, a partir de la hiperinflación es aceptado por todos y, por lo tanto, una política fiscal prudente es un consenso en todos los sectores. La gran diferencia entre izquierda y derecha es si el déficit fiscal se mantiene bajo aumentando la recaudación y el gasto (posición de izquierda) o reduciéndolas (postura de derecha). Por cierto, sólo la primera posición es consistente con reducir el riesgo del conflicto social.

Otros dos grandes riesgos provienen del capital extranjero y del sector financiero. Esos son los riesgos que la derecha nunca quiere ver, confiando siempre al extremo en los capitales externos y en la banca. Esos son los riesgos que en la década de los 90s se ampliaron en todo el mundo, y que con la (mala) experiencia hasta el FMI empieza a ver. Para estos riesgos, la izquierda ha estado naturalmente adaptada para estar prevenida: no somos partidarios de un modelo dependiente del exterior, ni la banca y el capital financiero nos han atraído demasiado. La derecha, en cambio, tanto por visiones ideológicas como por nexos personales con estos sectores, prefiere que no se tomen medidas que restrinjan sus movimientos, aún cuando ello sea necesario para asegurar la estabilidad macroeconómica.

¿Cuán importante es, para el país, la estabilidad macroeconómica? Aunque los últimos 5 años hayan sido buenos en este sentido, no debemos olvidar que la historia económica del Perú está llena de crisis, en su gran mayoría generadas por cambios internacionales frente a los que estábamos muy expuestos y no teníamos los recursos ni las ideas para enfrentarlos adecuadamente. Otras crisis se explican por el conflicto social producto de la desigualdad. Crisis que explican mucho de nuestro atraso y subdesarrollo.

Desde una izquierda que cambia, bienvenida la precaución y el resguardo de la estabilidad macroeconómica y social. La derecha haría bien en recordar esos viejos valores.

Pedro Francke

Pedro Francke